domingo, 18 de noviembre de 2007


Ayer me compré un termo para el café.

No soy ni mucho ni poco cafetero, sino todo lo contrario. Pero me gusta tomarme el café a mi manera. Me gusta el café de casa. Y el de máquina, solo, acompañado. Con azúcar y una sonrisa cercana, y una ilusión o una preocupación compartidas.

Me gusta el verde pistacho, cuando tantos “sabios” se aferran al anodino gris de las paredes y al negro del suelo para modelar mi entorno laboral. Allí, encima de una mesa que posiblemente sea igual que las demás, mi termo, con café caliente, bien caliente. Esperando un vaso con azúcar y una sonrisa de compañía. Diferente. Porque somos diferentes. Igual no es verdad que lo somos y lo que digo es una tontería. De todos modos, un punto de color.

Por hoy nada más que decir. Frente a tanta uniformidad: los rotuladores negros, las carpetas negras, los portafirmas negros, las pantallas negras y los ordenadores negros o grises, brindo por el verde pistacho, o el amarillo aunque sea chillón, o el rojo o cualquier otro color del arco iris, que no sea el azul, que para eso ya tengo el cielo, aunque a veces haya nubarrones. Dejemos fuera también al violeta, para las flores de mi jardín.

Volver

Han pasado unos meses lejos del blog. Cambio de trabajo, el verano, nuevos proyectos. Nuevas ilusiones compartidas, esperanzas, compromisos, implicaciones, participación. Arrimar el hombro, creatividad, formación, profesionalidad, trabajo intenso, bien focalizado, resultados. Es hora de volver. Siempre hay tiempo para todo si se aprovecha bien el día. El problema del tiempo no es cuestión de reloj, sino de brújula. Sentido de orientación. La Polar.