domingo, 18 de noviembre de 2007


Ayer me compré un termo para el café.

No soy ni mucho ni poco cafetero, sino todo lo contrario. Pero me gusta tomarme el café a mi manera. Me gusta el café de casa. Y el de máquina, solo, acompañado. Con azúcar y una sonrisa cercana, y una ilusión o una preocupación compartidas.

Me gusta el verde pistacho, cuando tantos “sabios” se aferran al anodino gris de las paredes y al negro del suelo para modelar mi entorno laboral. Allí, encima de una mesa que posiblemente sea igual que las demás, mi termo, con café caliente, bien caliente. Esperando un vaso con azúcar y una sonrisa de compañía. Diferente. Porque somos diferentes. Igual no es verdad que lo somos y lo que digo es una tontería. De todos modos, un punto de color.

Por hoy nada más que decir. Frente a tanta uniformidad: los rotuladores negros, las carpetas negras, los portafirmas negros, las pantallas negras y los ordenadores negros o grises, brindo por el verde pistacho, o el amarillo aunque sea chillón, o el rojo o cualquier otro color del arco iris, que no sea el azul, que para eso ya tengo el cielo, aunque a veces haya nubarrones. Dejemos fuera también al violeta, para las flores de mi jardín.

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Han pasado unos meses lejos del blog. Cambio de trabajo, el verano, nuevos proyectos. Nuevas ilusiones compartidas, esperanzas, compromisos, implicaciones, participación. Arrimar el hombro, creatividad, formación, profesionalidad, trabajo intenso, bien focalizado, resultados. Es hora de volver. Siempre hay tiempo para todo si se aprovecha bien el día. El problema del tiempo no es cuestión de reloj, sino de brújula. Sentido de orientación. La Polar.

domingo, 27 de mayo de 2007

Concierto de alumnos del Conservatorio

Acabo de llegar a casa después de acudir a un “Concierto de Alumnos de piano del Conservatorio Profesional de Música”. ¡Hurra! por estos alumnos y por sus padres. En esta sociedad que sólo parece valorar el éxito fácil y rápido, que despista a los menores porque les hace ver que esos valores de disciplina, dedicación, amor al estudio están pasados de moda, que lo que mola es la discoteca, el alcohol y tabaco y las horas de televisión y Messenger, encontrarte en ese ambiente resulta, como poco, gratamente esperanzador.

Cuando veo a esos chavales tocando de memoria o no partituras para las que se requieren horas de esfuerzo, estudio, concentración, ensayo sin tregua, quitando horas quizá a la diversión con los amigos, sólo me queda decir: ¡chapeau! Aunque, como dice el amigo que me invitó, si uno se organiza bien, se puede sacar tiempo para todo.

Escuché cuatro intervenciones. De ellas, una estaba fuera de programa. De las programadas, dos de 2º de Grado Medio y una de 6º de Grado Medio.

Me gustaron mucho las interpretaciones de los más jóvenes. La chica, notable. El chico, notable alto. Musicalidad sobresaliente. ¿Fallos? Los problemas técnicos y de interpretación, lógicos a esas edades, pueden superarse con un poco más de dedicación. Todas las obras tienen sus zonas de especial dificultad, y todos o casi todos los alumnos tropiezan siempre en los mismos compases. Eso hay que conocerlo para valorar los tropiezos en la interpretación. Pero no pasa nada si se sigue trabajando, si no decae el ánimo, si los errores sirven para avanzar y crecer.

Los padres me dijeron que sus hijos no pudieron ensayar horas antes para hacerse con el teclado y con el pedal. También influye. ¡Ah! No debería permitirse la entrada a menores de seis años que se dedican a recorrer el pasillo y a incordiar al auditorio. Eso altera a los intérpretes. ¿No se aplica aquí el “reservado el derecho de admisión”? Porque un chaval tan pequeño es lógico que se aburra de estar quieto y empiece a dar la tabarra. Como la dio el susodicho.

No tengo especial debilidad por Debussy, pero el Arabesco nº 1 estuvo bien enfocado. La malagueña de Albéniz un acierto. Chopin hay que llevarlo en la sangre. Requiere un especial mimo, que en este caso no se consiguió. Resultó una interpretación un tanto mecánica. La criatura tiene cualidades, ojalá siga por este buen camino.

En cuando a didáctica, creo que se focaliza demasiado en las piezas y no se dedican las horas suficientes a interiorizar la música y las partituras. Deberían escucharse y estudiarse todas las versiones posibles sobre las mismas. Quizá la semana no da para más.

Lamenté que la audición terminara con la alumna de 6º, porque “ejecutó” la sonata Patética, la pieza para piano más conocida de Beethoven, después del “Para Elisa”. La joven intérprete lo pasó bastante mal. Se perdió en numerosas ocasiones en una patética “Patética”. Cuando se encuentran los alumnos con importantes dificultades estructurales y de interpretación, hay que reconducir el proceso, retomar los pasos dados y plantearse obras más sencillas y abarcables, pero no por ello sin bajar el nivel de dificultad proporcional.

Para alumnos y profesores les diría que valoren los tiempos de silencio y espera entre las piezas, para cambiar el chip y centrarse en lo nuevo que van a interpretar y nosotros a escuchar. Que no tengan prisa en acomodarse, en generar silencio antes de empezar una nueva obra.

Por cierto, al final, en el corrillo con los padres, les dije, “yo también toqué esta Apassionata de Beethoven”. Coló, porque se trataba de la Patética”. Quizá, muy educados ellos, no me corrigieron o pensaron: “Este viejo del jurásico o desvaría o no tiene ni idea de lo que está hablando”. Lo cité recordando que hace unos años, al final de un concierto que di, una señora se me acercó, después de interpretar la “Patética” y me dijo: “Enhorabuena, maestro, por esa maravillosa Appasionatta”

Puede resultar posible que ninguno mis contertulios allí presentes haya escuchado la integral de sonatas de Beethoven, y no sepa cuál es al “Claro de luna”, la “Appassionata”, la Waldstein o “Los Adioses”. Quizá el título sea lo de menos, pero el caso es que coló. Tampoco jugábamos al Trivial, caray. Recuerdo aquí una sentencia de ese amigo que me invitó: “No hay que desperdiciar la oportunidad de meterle el dedo en el ojo al prójimo”. Ahora se la devuelvo con cariño.


viernes, 25 de mayo de 2007

Comer y quemar

















Pocos podrán discutirme que para un importante número de los más pequeños de las casas, la alimentación se sustenta en el mismo criterio que otras actividades de su vida: el capricho. Es más fácil mantenerlos calladitos que soportar toda una tarde con la idea fija en las golosinas hábilmente mostradas en loscomercios especializados en
la materia. Y cómo no, mencionar el incontable goteo de bollería, repostería, refrescos, patatas fritas de bolsa, pizzas, hamburguesa y similares. Horas terribles también las comidas si no les damos lo que piden, que no suele ser lo que más necesitan.

Frutas, verduras, lácteos y pan, cada día. Legumbres, arroz, pastas, patatas , de 2 a 4 veces por semana, alternando su consumo, al igual que se haga con los pescados, carnes y huevos. Así iríamos bien.

Comer sin una disciplina de horarios, variedad de nutrientes y sin una idea de lo que debemos proporcionales, cuánto y cuándo –ellos no tienen aún edad para valorar lo esencial de lo superfluo-, la vida sedentaria de muchos, el desplazamiento programado en autobuses para acudir al colegio o instituto, las horas ante el ordenador o la televisión: el cóctel está servido: obesidad. Comen y no queman.

De cara a la temporada estival, lejos de los colegios, en que muchas mamás y papás piensan en sus obesos niños para llevarlos a algún “taller de verano” (así se llaman ahora) en el que hacer deporte y practicar un idioma, no sé si por ellos –los niños, para que disfruten- o por los padres, para quitárselos de encima, recojo ahora la sugerencia de un colega: Enviar a los zampabollos a un campamento de verano en Etiopía.

La foto me la enviaron por e-mail. Si su autor lee estas líneas le rogaría me escribiera para darle las gracias porque me ha servido para redactarlas.

sábado, 19 de mayo de 2007

Democracia

Daniel Zanetti, en su libro "Del know-how al do-how" cita a Manfred Hausmann:

"Democracia significa seguir cumpliendo las reglas del juego aunque el árbitro no mire".

lunes, 14 de mayo de 2007

Educación para la Ciudadanía

Ya voy teniendo años, pero aún no me considero jurásico cuando recuerdo aquel cartelito en el bar de mi pueblo: “Prohibido escupir en el suelo”. Evidente, porque cerca de la entrada había una escupidera.

Hace unos minutos fotografié unas baldosas de la acera. Las “manchas” oscuras corresponden a chicles arrojados al suelo.

¿Será necesario poner en las calles un cartelito que diga “Prohibido arrojar el chicle al suelo”? ¿Tanto cuesta envolverlo con un trozo de papel y echarlo en una papelera?

La “Educación para la Ciudadanía” no consiste sólo en el fomento de la educación en unos hábitos democráticos –no a la algarada como sistema de manifestación de voluntades, por ejemplo- y en la elevación de los niveles de cultura democrática porque resulta demasiado evidente la baja participación electoral, el “no sabe, no contesta”, los pateos y broncas de ciertos parlamentarios de sobra conocidos, por citar algunos temas.

El cuidado del sistema urbano que compartimos es algo más que el cuidado de las cosas que nos rodean. Es el respeto a las personas que transitan por las aceras, a los que tienen que limpiarlas, y a los contribuyentes, porque una operación sistemática de limpieza de chicles en el suelo cuesta dinero, que se podría invertir en otros servicios municipales.

Esa “Educación para la Ciudadanía” deberá contemplar las grandes ideas (los valores constitucionales de respeto a la libertad, al consenso y al pluralismo que no son vividos aún por muchos) y los pequeños detalles- que no son tan pequeños, pues tienen sus grandes consecuencias- como las aquí descritas.

jueves, 3 de mayo de 2007

Paco: No me llames a mi teléfono de trabajo.

Paco: No me llames al trabajo, porque aunque veas que aparece una hora que corresponde a la mañana, en realidad te acabo de escribir la carta desde mi casa, y son las siete de la tarde. La hora que se refleja es la del ordenador o “servidor” que almacena esta correspondencia y que está fuera de España. La diferencia horaria es generosa.

Si estás en casa, no tienes más que llamar a mi puerta y te recibiré cuando lo desees. Saludos. Luis.

Paco y la Maripili (1ª parte)

Mi vecino está que trina. No encuentra unas pastillas para poner un poco de orden en su cabeza. Sabe que algunas alivian el dolor, otras despejan la nariz, otras favorecen el tránsito intestinal y otras le ayudan a dormir. Pretende arreglar todo con pastillas. Ahora que se ha pasado un pelín de comer, también quiere algo para adelgazar. Su mujer, la Maripili ya se lo dijo: ¡Si es que tenían que graparte la boca, tragón! Es igual, aprendería a comer por la nariz.

Está que trina, os decía. También con el Google, porque no encuentra ni en Internet alguien que le venda unas pastillas para ordenar sus ideas. En el trabajo, por la mañana, busca en el periódico la película que verá por la tarde. Mientras ve la película, piensa en que tiene que llamar al fontanero para que le arregle la bomba de la caldera, que hace un ruido terrible. Cuando llega el fontanero se le ocurre que tiene que hacer una llamada muy importante y mientras espera al teléfono –suena una música enlatada con algo que se parece a Mozart- sostiene el móvil entre su hombro izquierdo y la oreja, abre el Outlook y escribe un e-mail para decir que casi tiene a punto el informe. Es cuestión de horas. El próximo lunes lo enviará. Quiere el fin de semana de respiro.

Cuando llega la noche, ya cerca de la almohada, repasa lo que tiene que hacer y que hoy no pudo hacer, y lo que pudo hacer pero no hizo porque la Maripili no paraba de hablar por teléfono y no podía concentrarse. La Maripili chilla cuando habla. Así no hay quien haga nada. Apaga la luz de su mesilla, pasan varios minutos y se levanta a oscuras para desenchufar el cargador del móvil. Maripili duerme como una bendita. Mi vecino debe tener el diablo en el cuerpo porque tarda en conciliar el sueño, se despierta a media noche para ir al baño o porque sí y a las siete de la mañana ya vuelve a dar vueltas a su cabeza anticipándose a lo que será el día.

Tienes arreglo, Paco. Pero tendrás que esperar unos días. Ahora sólo te voy a hacer unas preguntas para que reflexiones un poco, sólo un poco.

¿Por qué siempre que nos cruzamos por la escalera, subes los peldaños de dos en dos, a toda máquina? ¿Es que estás muerto de hambre y te urge abrir la puerta de la nevera para llevarte algo fresco a la boca?

¿Por qué vas siempre a toda máquina por la calle? Pareces la hormiga atómica.

¿Cuántas veces al día miras el reloj?

¿Por qué cuanto charlas con alguien estás siempre mirando alrededor, como buscando una moneda que vuela? Céntrate en la persona con la que estás hablando y sonríe de vez en cuando, que es gratis. Y no intentes hacer dos cosas a la vez, creyendo que así serás más eficaz.

Dentro de unos días charlaremos, porque creo que tienes arreglo, vecino. Pero no pretendas que te dé una pastilla para que tu vida y tus barullos mentales se solucionen. Hasta pronto, Paco.

miércoles, 25 de abril de 2007

Primavera



No me gustan los anuncios en que se ve a ese ejecutivo en que toma esa o esa otra pastilla revitalizante y sale como nuevo a los pocos minutos de ingerirla. Para mí la “pastilla” para “cargar las pilas” consiste en escaparme al pueblo, uno de los principales ingredientes de mi eficacia. Separarme del barullo, reunirme con los míos, disfrutar del paisaje, pasear por el campo o por la playa.

Llega la primavera y con ella mi ajuste de actividades para poder vivir el fin de semana en mi casa del pueblo. Los que habéis estado allí conmigo, la reconoceréis de la mano de una excelente novela de Manuel Vicent, “Verás el cielo abierto”.

Nada más llegar, dejamos las bolsas en la cocina de casa, esa sencilla, espaciosa y blanca, que … recibe la primera luz del sol por una ventana abierta al patio.

Visitamos la carnicería y la frutería, en un tibio intento de conseguir alimento para el fin de semana.

Y nos escapamos con las bicicletas dejando lejos ese recuerdo del olor a solución de pegamento que usaba para arreglar los pinchazos de las bicicletas, cuando hace años arreglaba la mía y las de mis amigos.

Nos alejábamos de un pueblo desde el que ya nos llegaba a ráfagas el cántico del Vía crucis, persona a tu pueblo, Señor, que traía la brisa de abril, la misma que doblaba las brisas de anís y de lavanda en aquella falta del monte.

Ahora no llevábamos el zurrón para coger las moras de septiembre, que probábamos a la sombra de la morera, en el jardín, ni oíamos las ranas que flotaban extasiadas con las patas abiertas entre el limo de una pequeña alberca.

Un paseo corto, de casi una hora, visitando dos pueblos cercanos y regresábamos a la casa. Después de dejar bien situados a mis huéspedes en sus habitaciones y decirles que procurasen quitarse los relojes, nos reuníamos junto a la chimenea ahora apagada y luego pasábamos a ver la cocina y la enorme despensa. Bajábamos al jardín y desde allí les conducía a la parte trasera de la vivienda, donde había un establo para dos caballerías y una corraliza para los aperos de labranza.

Cenábamos pronto y luego nos quedábamos charlando. Ya sabían que yo me sentaba en mi mecedora que en mi ausencia el fantasma usaba para meditar sobre las plagas de las frutas y para descansar al regreso de las cacerías.

Ese fantasma que mis amigos también han oído por la noche, y que les ha hecho salir de sus habitaciones. Arrastraba pesadamente las piernas, una de ellas más pesadamente, la izquierda, inutilizada por una bala de la guerra. Era el espíritu del hermano de mi abuelo que ahora movía alguna que otra silla para acomodarse.

Tras ésta y otras historias, salíamos de noche para dar una vuelta por el pueblo. Los únicos en las calles.

A la mañana siguiente, mis invitados sin relojes, se acercaban al de la cocina y comprobaban algunos con estupor que el reloj marcaba las seis y diez. Les explicaba por qué desde hace más de veinticinco años seguía marcando esa hora. Aquí –les decía-el tiempo lo marcamos nosotros. Aquí no hay prisa. Si hay que salir de paseo, avisamos por la escalera, y todos se van incorporando a la placeta que tenemos nada más salir de la casa. Ya de regreso, saben que la comida está preparada porque sube el olor de las cazuelas.

El día amaneció despejado. Me encanta pasear a cielo abierto, sin tropezar mi mirada con las luces de los semáforos, los escaparates, los coches que corren, la gente que se apresura por llegar a esos grandes almacenes para comprar cosas que muchas veces luego arrinconan.

Día de bicicleta, aire libre, cielo azul. Comida y siesta de las de antes, de esas de “pijama y orinal” como solía decir mi suegro.

Por la tarde, a la sombra de la morera, otra historia, también verídica. Aquí no fue ese caballo que no paró de relinchar tres noches seguidas, sino uno de los perros que tenía mi vecino, que estuvo ladrando dos días seguidos, con sus noches, mirando a las tapias del cementerio viejo, que tenemos a pocos metros, hasta que mi cuñado, hombre piadoso y temeroso de Dios, se acercó a las tumbas, vio que algunas estaban abiertas, los huesos por el suelo –fue el temporal de la pasada semana-, los recogió en una bolsa y se los entregó al cura para que dijera una misa por el alma de esos difuntos. El perro, desde entonces no volvió a ladrar.

Se hace tarde. Estoy en Zaragoza, escribiendo. Miro el reloj porque tengo que preparar la cena, contestar a varios e-mails, enviar SMS a mis hijos para desearles buen viaje. No puedo hablar con ellos ahora porque sus móviles están “apagados o fuera de cobertura”. Me falta llamar al fontanero de la Comunidad porque la bomba de agua hace un ruido espantoso que nos dificulta dormir. La mejor hora para localizarlo es a partir de las diez de la noche, en su casa. Es como de la familia. La bomba se estropea tantas veces que le voy cogiendo cariño, a la bomba, la pobre, vieja y dolorida.

sábado, 21 de abril de 2007


"Vi el hueco y fui para adelante"

La foto que véis del jugador no es mía. Pertenece a la Web de Messi. Extraordinario Gol al Getafe, auténtica obra de arte. Talento, calidad técnica, velocidad, combinación, equipo, oportunidad (“Vi el espacio, tenía hueco y me fui para adelante”). Decisión. “Estuve bien. Encaré y definí. El objetivo era la portería y definir la jugada. Miré que Samu (Eto'o) estaba ahí, pero estaban los dos defensores yendo para atrás, no salían, vi hueco y me la jugué yo". Riesgo. Sortear rivales. El regate final es muy complicado.

Rijkaard (entrenador del Barça): “Cuando uno tiene tanto talento no se puede esconder. En el fondo, a Messi sólo le interesa entrar en el campo y jugar los partidos, es un apasionado del fútbol". "Se habla de Maradona, pero él ya ha acabado su carrera, y Leo es muy joven, tiene talento y tiene que vivir para el fútbol y seguir con esta mentalidad. Estoy tranquilo porque es muy buena persona, no es algo que me preocupe (que se le puede subir la fama a la cabeza), porque puede llevar esta presión".

Después de disfrutar de ese gol, tenía ganas de escribir unas líneas sobre la tenacidad y perseverancia en el intento de conseguir resultados y el pasado viernes me topé con un libro, que leí en un plis-plas: "La gallina que cruzó la carretera", de Menchu Gómez & Rubén Turienzo. Divertido relato sobre la Gallina Popeya, un “culo inquieto” que pondrá a prueba el sistema establecido en busca de un objetivo: Facilitar la vida de las gallinas y comercializar unos huevos especiales. Objetivo que sólo podrá conseguir si cruza la carretera. Trabajo en equipo y liderazgo.

No creo que sea necesario jugarse la vida diariamente –cruzar la carretera- para ser un poco mejores y para ayudar a los demás a mejorar. Pero sí hay que atreverse ser tenaces, perseverantes, luchadores con iniciativa, positivos, capaces de asumir riesgos. De todo ello nos habla este libro, de lectura desternillante y con un mensaje profundo.

Copio unas líneas del libro mencionado: “Cuando alguien a quien tú aprecias está con las alas caídas, tú le apoyas. Cuando alguien necesita fuerzas para continuar, tú se las insuflas. Y cada vez que descubres potencial en alguien intentas desarrollárselo y que alcance metas insospechadas incluso para ellos mismos”. A veces una sonrisa, un estar al lado. Eso no figura en los baremos de ninguna carrera profesional, no se valora en el currículum.

Messi seguirá necesitando nuestro apoyo porque todo ha cambiado y al mismo tiempo todo sigue igual. Hay que seguir luchando. Apoyar el talento, en el deporte, en la empresa, en la sociedad, en la familia. El talento en acción.

martes, 17 de abril de 2007

Trabajo: la eficacia es cuestión de "brújula".

“La mayoría de nosotros trabajamos tanto que no tenemos tiempo para trabajar con eficacia” (Marc Allen: "Los vagos también triunfan”)

Sabemos manejar muchas máquinas, y no nos sabemos manejar con lo más próximo a nosotros: el tiempo. Compramos una flamante PDA (que también nos quita tiempo) para que nos ayude a organizar el día y la semana, cuando realmente sólo tenemos que disponer de unos pocos minutos al día para poner por escrito lo que queremos o tenemos que hacer, y un poco de voluntad para ejecutar lo decidido. Y saber que habrá imprevistos. Evitar los “ladrones de tiempo” (interrupciones, correo electrónico, cotilleos, ese largo cafelito, el “¿tienes un minuto?”, el teléfono móvil, las reuniones que tienen hora de empezar pero no de terminar) y lanzarnos a lo que tenemos entre manos, poniendo en ello la cabeza y el corazón, con toda la concentración e intensidad de que seamos capaces. Y saber regresar a tiempo a casa, para reponernos y conciliar nuestra vida laboral, familiar y personal. No se trata de trabajar tanto ni cuanto, porque no se trata de horas, sino de brújula. Ahí arranca la eficacia.

viernes, 13 de abril de 2007

Cada viernes, a primera hora de la mañana, recibo el siguiente mensaje:

"¡Enhorabuena!
Hoy es el último día de la semana: os recuerdo que hay que enviar la agenda de la semana próxima.
Un saludo,
Mercedes."

Tiene la criatura ganas de que llegue el último día de la semana laboral, que para ella es viernes, que no sábado y me felicita con un "enhorabuena", después de una semaña más o menos ¿ajetreada?. No estoy en su piel, pero ojalá algún día me escriba: ¡qué suerte tengo de tener trabajo y poder acudir a mi empresa el siguiente lunes!. Muchos no pueden decir lo mismo.