Ya voy teniendo años, pero aún no me considero jurásico cuando recuerdo aquel cartelito en el bar de mi pueblo: “Prohibido escupir en el suelo”. Evidente, porque cerca de la entrada había una escupidera.
Hace unos minutos fotografié unas baldosas de la acera. Las “manchas” oscuras corresponden a chicles arrojados al suelo.
¿Será necesario poner en las calles un cartelito que diga “Prohibido arrojar el chicle al suelo”? ¿Tanto cuesta envolverlo con un trozo de papel y echarlo en una papelera?
La “Educación para la Ciudadanía” no consiste sólo en el fomento de la educación en unos hábitos democráticos –no a la algarada como sistema de manifestación de voluntades, por ejemplo- y en la elevación de los niveles de cultura democrática porque resulta demasiado evidente la baja participación electoral, el “no sabe, no contesta”, los pateos y broncas de ciertos parlamentarios de sobra conocidos, por citar algunos temas.
El cuidado del sistema urbano que compartimos es algo más que el cuidado de las cosas que nos rodean. Es el respeto a las personas que transitan por las aceras, a los que tienen que limpiarlas, y a los contribuyentes, porque una operación sistemática de limpieza de chicles en el suelo cuesta dinero, que se podría invertir en otros servicios municipales.
Esa “Educación para la Ciudadanía” deberá contemplar las grandes ideas (los valores constitucionales de respeto a la libertad, al consenso y al pluralismo que no son vividos aún por muchos) y los pequeños detalles- que no son tan pequeños, pues tienen sus grandes consecuencias- como las aquí descritas.
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