
Pocos podrán discutirme que para un importante número de los más pequeños de las casas, la alimentación se sustenta en el mismo criterio que otras actividades de su vida: el capricho. Es más fácil mantenerlos calladitos que soportar toda una tarde con la idea fija en las golosinas hábilmente mostradas en loscomercios especializados en
Frutas, verduras, lácteos y pan, cada día. Legumbres, arroz, pastas, patatas , de
Comer sin una disciplina de horarios, variedad de nutrientes y sin una idea de lo que debemos proporcionales, cuánto y cuándo –ellos no tienen aún edad para valorar lo esencial de lo superfluo-, la vida sedentaria de muchos, el desplazamiento programado en autobuses para acudir al colegio o instituto, las horas ante el ordenador o la televisión: el cóctel está servido: obesidad. Comen y no queman.
De cara a la temporada estival, lejos de los colegios, en que muchas mamás y papás piensan en sus obesos niños para llevarlos a algún “taller de verano” (así se llaman ahora) en el que hacer deporte y practicar un idioma, no sé si por ellos –los niños, para que disfruten- o por los padres, para quitárselos de encima, recojo ahora la sugerencia de un colega: Enviar a los zampabollos a un campamento de verano en Etiopía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario