domingo, 27 de mayo de 2007

Concierto de alumnos del Conservatorio

Acabo de llegar a casa después de acudir a un “Concierto de Alumnos de piano del Conservatorio Profesional de Música”. ¡Hurra! por estos alumnos y por sus padres. En esta sociedad que sólo parece valorar el éxito fácil y rápido, que despista a los menores porque les hace ver que esos valores de disciplina, dedicación, amor al estudio están pasados de moda, que lo que mola es la discoteca, el alcohol y tabaco y las horas de televisión y Messenger, encontrarte en ese ambiente resulta, como poco, gratamente esperanzador.

Cuando veo a esos chavales tocando de memoria o no partituras para las que se requieren horas de esfuerzo, estudio, concentración, ensayo sin tregua, quitando horas quizá a la diversión con los amigos, sólo me queda decir: ¡chapeau! Aunque, como dice el amigo que me invitó, si uno se organiza bien, se puede sacar tiempo para todo.

Escuché cuatro intervenciones. De ellas, una estaba fuera de programa. De las programadas, dos de 2º de Grado Medio y una de 6º de Grado Medio.

Me gustaron mucho las interpretaciones de los más jóvenes. La chica, notable. El chico, notable alto. Musicalidad sobresaliente. ¿Fallos? Los problemas técnicos y de interpretación, lógicos a esas edades, pueden superarse con un poco más de dedicación. Todas las obras tienen sus zonas de especial dificultad, y todos o casi todos los alumnos tropiezan siempre en los mismos compases. Eso hay que conocerlo para valorar los tropiezos en la interpretación. Pero no pasa nada si se sigue trabajando, si no decae el ánimo, si los errores sirven para avanzar y crecer.

Los padres me dijeron que sus hijos no pudieron ensayar horas antes para hacerse con el teclado y con el pedal. También influye. ¡Ah! No debería permitirse la entrada a menores de seis años que se dedican a recorrer el pasillo y a incordiar al auditorio. Eso altera a los intérpretes. ¿No se aplica aquí el “reservado el derecho de admisión”? Porque un chaval tan pequeño es lógico que se aburra de estar quieto y empiece a dar la tabarra. Como la dio el susodicho.

No tengo especial debilidad por Debussy, pero el Arabesco nº 1 estuvo bien enfocado. La malagueña de Albéniz un acierto. Chopin hay que llevarlo en la sangre. Requiere un especial mimo, que en este caso no se consiguió. Resultó una interpretación un tanto mecánica. La criatura tiene cualidades, ojalá siga por este buen camino.

En cuando a didáctica, creo que se focaliza demasiado en las piezas y no se dedican las horas suficientes a interiorizar la música y las partituras. Deberían escucharse y estudiarse todas las versiones posibles sobre las mismas. Quizá la semana no da para más.

Lamenté que la audición terminara con la alumna de 6º, porque “ejecutó” la sonata Patética, la pieza para piano más conocida de Beethoven, después del “Para Elisa”. La joven intérprete lo pasó bastante mal. Se perdió en numerosas ocasiones en una patética “Patética”. Cuando se encuentran los alumnos con importantes dificultades estructurales y de interpretación, hay que reconducir el proceso, retomar los pasos dados y plantearse obras más sencillas y abarcables, pero no por ello sin bajar el nivel de dificultad proporcional.

Para alumnos y profesores les diría que valoren los tiempos de silencio y espera entre las piezas, para cambiar el chip y centrarse en lo nuevo que van a interpretar y nosotros a escuchar. Que no tengan prisa en acomodarse, en generar silencio antes de empezar una nueva obra.

Por cierto, al final, en el corrillo con los padres, les dije, “yo también toqué esta Apassionata de Beethoven”. Coló, porque se trataba de la Patética”. Quizá, muy educados ellos, no me corrigieron o pensaron: “Este viejo del jurásico o desvaría o no tiene ni idea de lo que está hablando”. Lo cité recordando que hace unos años, al final de un concierto que di, una señora se me acercó, después de interpretar la “Patética” y me dijo: “Enhorabuena, maestro, por esa maravillosa Appasionatta”

Puede resultar posible que ninguno mis contertulios allí presentes haya escuchado la integral de sonatas de Beethoven, y no sepa cuál es al “Claro de luna”, la “Appassionata”, la Waldstein o “Los Adioses”. Quizá el título sea lo de menos, pero el caso es que coló. Tampoco jugábamos al Trivial, caray. Recuerdo aquí una sentencia de ese amigo que me invitó: “No hay que desperdiciar la oportunidad de meterle el dedo en el ojo al prójimo”. Ahora se la devuelvo con cariño.


viernes, 25 de mayo de 2007

Comer y quemar

















Pocos podrán discutirme que para un importante número de los más pequeños de las casas, la alimentación se sustenta en el mismo criterio que otras actividades de su vida: el capricho. Es más fácil mantenerlos calladitos que soportar toda una tarde con la idea fija en las golosinas hábilmente mostradas en loscomercios especializados en
la materia. Y cómo no, mencionar el incontable goteo de bollería, repostería, refrescos, patatas fritas de bolsa, pizzas, hamburguesa y similares. Horas terribles también las comidas si no les damos lo que piden, que no suele ser lo que más necesitan.

Frutas, verduras, lácteos y pan, cada día. Legumbres, arroz, pastas, patatas , de 2 a 4 veces por semana, alternando su consumo, al igual que se haga con los pescados, carnes y huevos. Así iríamos bien.

Comer sin una disciplina de horarios, variedad de nutrientes y sin una idea de lo que debemos proporcionales, cuánto y cuándo –ellos no tienen aún edad para valorar lo esencial de lo superfluo-, la vida sedentaria de muchos, el desplazamiento programado en autobuses para acudir al colegio o instituto, las horas ante el ordenador o la televisión: el cóctel está servido: obesidad. Comen y no queman.

De cara a la temporada estival, lejos de los colegios, en que muchas mamás y papás piensan en sus obesos niños para llevarlos a algún “taller de verano” (así se llaman ahora) en el que hacer deporte y practicar un idioma, no sé si por ellos –los niños, para que disfruten- o por los padres, para quitárselos de encima, recojo ahora la sugerencia de un colega: Enviar a los zampabollos a un campamento de verano en Etiopía.

La foto me la enviaron por e-mail. Si su autor lee estas líneas le rogaría me escribiera para darle las gracias porque me ha servido para redactarlas.

sábado, 19 de mayo de 2007

Democracia

Daniel Zanetti, en su libro "Del know-how al do-how" cita a Manfred Hausmann:

"Democracia significa seguir cumpliendo las reglas del juego aunque el árbitro no mire".

lunes, 14 de mayo de 2007

Educación para la Ciudadanía

Ya voy teniendo años, pero aún no me considero jurásico cuando recuerdo aquel cartelito en el bar de mi pueblo: “Prohibido escupir en el suelo”. Evidente, porque cerca de la entrada había una escupidera.

Hace unos minutos fotografié unas baldosas de la acera. Las “manchas” oscuras corresponden a chicles arrojados al suelo.

¿Será necesario poner en las calles un cartelito que diga “Prohibido arrojar el chicle al suelo”? ¿Tanto cuesta envolverlo con un trozo de papel y echarlo en una papelera?

La “Educación para la Ciudadanía” no consiste sólo en el fomento de la educación en unos hábitos democráticos –no a la algarada como sistema de manifestación de voluntades, por ejemplo- y en la elevación de los niveles de cultura democrática porque resulta demasiado evidente la baja participación electoral, el “no sabe, no contesta”, los pateos y broncas de ciertos parlamentarios de sobra conocidos, por citar algunos temas.

El cuidado del sistema urbano que compartimos es algo más que el cuidado de las cosas que nos rodean. Es el respeto a las personas que transitan por las aceras, a los que tienen que limpiarlas, y a los contribuyentes, porque una operación sistemática de limpieza de chicles en el suelo cuesta dinero, que se podría invertir en otros servicios municipales.

Esa “Educación para la Ciudadanía” deberá contemplar las grandes ideas (los valores constitucionales de respeto a la libertad, al consenso y al pluralismo que no son vividos aún por muchos) y los pequeños detalles- que no son tan pequeños, pues tienen sus grandes consecuencias- como las aquí descritas.

jueves, 3 de mayo de 2007

Paco: No me llames a mi teléfono de trabajo.

Paco: No me llames al trabajo, porque aunque veas que aparece una hora que corresponde a la mañana, en realidad te acabo de escribir la carta desde mi casa, y son las siete de la tarde. La hora que se refleja es la del ordenador o “servidor” que almacena esta correspondencia y que está fuera de España. La diferencia horaria es generosa.

Si estás en casa, no tienes más que llamar a mi puerta y te recibiré cuando lo desees. Saludos. Luis.

Paco y la Maripili (1ª parte)

Mi vecino está que trina. No encuentra unas pastillas para poner un poco de orden en su cabeza. Sabe que algunas alivian el dolor, otras despejan la nariz, otras favorecen el tránsito intestinal y otras le ayudan a dormir. Pretende arreglar todo con pastillas. Ahora que se ha pasado un pelín de comer, también quiere algo para adelgazar. Su mujer, la Maripili ya se lo dijo: ¡Si es que tenían que graparte la boca, tragón! Es igual, aprendería a comer por la nariz.

Está que trina, os decía. También con el Google, porque no encuentra ni en Internet alguien que le venda unas pastillas para ordenar sus ideas. En el trabajo, por la mañana, busca en el periódico la película que verá por la tarde. Mientras ve la película, piensa en que tiene que llamar al fontanero para que le arregle la bomba de la caldera, que hace un ruido terrible. Cuando llega el fontanero se le ocurre que tiene que hacer una llamada muy importante y mientras espera al teléfono –suena una música enlatada con algo que se parece a Mozart- sostiene el móvil entre su hombro izquierdo y la oreja, abre el Outlook y escribe un e-mail para decir que casi tiene a punto el informe. Es cuestión de horas. El próximo lunes lo enviará. Quiere el fin de semana de respiro.

Cuando llega la noche, ya cerca de la almohada, repasa lo que tiene que hacer y que hoy no pudo hacer, y lo que pudo hacer pero no hizo porque la Maripili no paraba de hablar por teléfono y no podía concentrarse. La Maripili chilla cuando habla. Así no hay quien haga nada. Apaga la luz de su mesilla, pasan varios minutos y se levanta a oscuras para desenchufar el cargador del móvil. Maripili duerme como una bendita. Mi vecino debe tener el diablo en el cuerpo porque tarda en conciliar el sueño, se despierta a media noche para ir al baño o porque sí y a las siete de la mañana ya vuelve a dar vueltas a su cabeza anticipándose a lo que será el día.

Tienes arreglo, Paco. Pero tendrás que esperar unos días. Ahora sólo te voy a hacer unas preguntas para que reflexiones un poco, sólo un poco.

¿Por qué siempre que nos cruzamos por la escalera, subes los peldaños de dos en dos, a toda máquina? ¿Es que estás muerto de hambre y te urge abrir la puerta de la nevera para llevarte algo fresco a la boca?

¿Por qué vas siempre a toda máquina por la calle? Pareces la hormiga atómica.

¿Cuántas veces al día miras el reloj?

¿Por qué cuanto charlas con alguien estás siempre mirando alrededor, como buscando una moneda que vuela? Céntrate en la persona con la que estás hablando y sonríe de vez en cuando, que es gratis. Y no intentes hacer dos cosas a la vez, creyendo que así serás más eficaz.

Dentro de unos días charlaremos, porque creo que tienes arreglo, vecino. Pero no pretendas que te dé una pastilla para que tu vida y tus barullos mentales se solucionen. Hasta pronto, Paco.